viernes, 21 de septiembre de 2012

La conjura de la noche


Despliega la noche su manto brujo,
que distrae del agitado sol y
los murmullos matutinos.

Su mano desnuda,
fugitiva y eterna,
acaricia los cuerpos doblegados.

Su inabarcable pecho,
oprime ya nuestros cansancios y soledades.
Su esperada voz,
como un dulce canto,
evoca el olvido, el descanso
o la súbita pasión.

Su inaudible paso,
nos presiente y huye;
como un niño travieso que,
burlando nuestras figuras,
ríe trémulo a escondidas,
inocente de su perpetuo dominio.

¿Por qué no arrebatas ya, silenciosa compañera,
el fuego indómito de los hombres?
Es hora, noche amiga, de que abras tus ojos.

Noche, que en tus noches
te estremeces.
Noche, que sobre tus hombros
te duermes.
¡Despierta ahora
de nuestro triste sueño!

Y escucha:... ¿nos has oído? ¡Sí!
 Entierra allí, en tu creciente sombra,
la mentira de los días.

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